jueves, 21 de febrero de 2008

EL ANTRO

Duramos muchos años para poder tener un hijo. Poco a poco mis amigas se fueron casando y luego (como la sociedad lo espera) vinieron uno a uno los niños, recordándonos que nosotros no podíamos tenerlos. Inevitablemente nos tocó departir en varias ocasiones con matrimonios que tenían hijos. Muchas veces las reuniones eran en la noche y ahí llegaban ellos, sin chamacos, con una sonrisa de oreja a oreja “buscando pelea”, dispuestos a todo, a pistear hasta la melena[i] , a quedarse “hasta que el cuerpo aguantara”. Y así era, mi esposo y yo ya cansados, pestañeando, haciendo un esfuerzo sobrehumano por aguantar hasta el final y ellos como poseídos por el dios Baco, riendo y pasándosela super chido. Varias veces me pregunté ¿qué pasa? ¿por qué? ¿no están cansados como nosotros? Ahora, después de muchos años, sólo después que logré ser madre lo entiendo. La maternidad (y la paternidad en algunos casos), puede ser tan demandante que uno busca por salud mental correr, huir, escapar; aunque sólo por momentos, porque es como el sexo, algunas veces duele pero nos gusta y siempre queremos regresar. Y sorprendentemente esos escapes momentáneos nos dejan llegar al día siguiente y ver al viejo más guapo, al hijo(a) más bonito, nos dan una sonrisita interna que no se nos borra en uno o dos días.
El otro día fui con mis amigas casadas a la inauguración de un “antro” nuevo. Y ahí estábamos poseídas por el dios Baco, con ganas de comernos al mundo, de tomarnos todas las botellas y fumarnos todos los cigarros, super animosas como quinceañeras en su primer salida (al menos así me sentía yo). Hubo varios hechos que llamaron mi atención. Primero, así llegando, sin decir agua va, el mesero mocoso nos dijo “¿qué van a querer señoras?”. Hace tres años esa frase hubiera bastado para hundirme en la más profunda depresión, pero esta vez sólo sonreí y pensé para mis adentros “simón, soy señora, bien señora y estoy en un antro con mis amigas y vamos a pistear felices porque a estas alturas ya tenemos lana”.
Segundo hecho que captó mi atención. Qué feos son los gueyes de nuestra edad ¿eh? Por lo menos los que estaban esa noche en el antro. Mi reflexión es, los menos gachos ya están casados o apartados y sus viejas los tienen encerrados en la torre del castillo (jejeje) o bien, de chiquitos hasta los burros son bonitos y cuando envejecen se ponen feitos . Ahí es cuando me entró la inquietud ¿pensarán lo mismo de nosotras? (jajaja). Lo bueno es que eso me tenía sin cuidado ya que yo ha había “agarrado” viejo y estaba en la casa dormidito con Chiquiña. Total, que no es lo mismo llegar al antro con cara de desesperada que llegar segura de que aunque “no haya” no importa porque “ya tienes”. Eso me hizo reflexionar en lo gacho que me pintaba el panorama en caso de un posible divorcio, puro ruco nefasto y además feo.
Tercer punto inquietante. Nos dimos cuenta que como a las 11:00 se empezó a ir al gente y nosotras decíamos ¿por qué se van si está increíble este lugar? Fue cuando se me ocurrió que la verdad está en el ojo del observador y fue cuando les dije a mis amigas “a estas alturas con tal de escaparme un rato se me haría igual de chingón que me invitaran a echarme unas caguamas en el cofre de un coche en la tiendita de la esquina”.
Con todo esto pruebo mi hipótesis que dice así “no importa el lugar, no importa el momento, cuando se tiene la necesidad, cualquier antro es el cielo”. Si no me creen piensen en su propia realidad ¿disfrutaban el antro y las fiestas cuando eran diario? ¿cuándo disfrutabas más de una fiesta cuando te costaba mucho trabajo que te dejaran ir o cuando te daban permiso fácilmente? En la adolescencia yo berreaba de coraje cuando me decían mis papás que íbamos a ir una semana a la playa. En mi loca mente pensaba “que hueva una semana entre rucos y sin mis amigos”. Ahora mataría porque alguien me llevara una semana a un todo inclusive (como diría un primo pocho de mi viejo), con todos los gastos pagados, a la orilla del mar. Ahora que sí me cuesta y que no puedo ir por el trabajo me muero por ir dos tristes días al hotel Rosita “maun que sea”, (no es cierto, jamás podría ir al Rosita).
Conclusión, lo que cuesta más trabajo es lo que más valora uno y un antro siempre es bienvenido cuando te friegas todo el día y bien merecido ¡sí señor!


[i] Expresión polite usada por mi papá (como buen médico) para referirse a la diarrea con moco y sangre que presentan los borrachitos asiduos después de una buena guarapeta. Viéndolo bien, conociendo el contexto, ni tan polite más bien disgusting.

1 comentario:

Unknown dijo...

Gracias, gracias, gracias. Me pongo de pie. Justo en el momento que necesito, llegas con tus letras, tus expresiones, con todo tu ser y me haces pasar un rato padrísimo contigo. Seré tu asidua lectora, y te sentiré muchos días tan cerca como te acabo de sentir. Gracias, gracias. Ya decía yo que debías tener un blog. ¡Aplausos!